jueves, 14 de diciembre de 2006

LOS TÓPICOS

Los poetas no siempre son gente bohemia, extravagante, asocial, de pelo largo y cartera menguada. A veces llevan traje, corbata, el peinado recatado y cenan caliente cada noche. Es más, en ocasiones incluso desempeñan labores tan prosaicas como la de Secretario de Estado. Ése fue el caso de Luis Alberto de Cuenca, que ocupó tal cargo en el Ministerio de Cultura en uno de los Gobiernos de Aznar. Yo lo vi una vez en televisión y, aunque es cierto que no respondía a la imagen tópica del funcionario gris y algo casposo, que pasa su vida enterrado entre expedientes y reales decretos, viste trajes impersonales y corbatas de El Corte Inglés, tampoco daba la impresión de pasar sus noches rodeado de musas y botellas de güisqui. Vale, pensé, será poeta, sí, pero seguro que tiene un estilo gongorino, anticuado, y escribirá sobre los montes y los valles, el mar y el otoño. Pero tampoco. Resulta que escribe poemas frescos, divertidos, bien construidos y no exentos de ironía. Me gusta su forma de encontrar poesía en lo más cotidiano. Ahí va un ejemplo:

Me gustas cuando dices tonterías,

cuando metes la pata, cuando mientes,

cuando te vas de compras con tu madre

y llego tarde al cine por tu culpa.

Me gustas más cuando es mi cumpleaños

y me cubres de besos y de tartas,

o cuando eres feliz y se te nota,

o cuando eres genial con una frase

que lo resume todo, o cuando ríes

(tu risa es una ducha en el infierno),

o cuando me perdonas un olvido.

Pero aún me gustas más, tanto que casi

no puedo resistir lo que me gustas,

cuando, llena de vida, te despiertas

y lo primero que haces es decirme:

«Tengo un hambre feroz esta mañana.

Voy a empezar contigo el desayuno».

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