martes, 17 de abril de 2007

LAS TRADUCCIONES

Alguien dijo que no se puede traducir la poesía, igual que no se puede traducir la música. Yo añadiría que tampoco la pintura, ni otras artes. La primera afirmación, la referente a la poesía, no es realmente cierta, porque sí se puede, aunque seguramente no se debe. Estoy de acuerdo, me parece indeseable, en el sentido literal, leer traducciones, y por eso yo, que no soy capaz de leer correctamente en una lengua distinta al español, rehúyo autores extranjeros, o, mejor, que escriben en lenguas distintas a la mía, y me centro en los que lo hacen en castellano. Existen traductores excelentes, pero eso no refuta mi tesis, porque en cualquier caso adulteran la obra traducida, quizá mejorándola, pero, en cualquier caso, interpretando de alguna forma el original, que llega al lector de manera indirecta, interpretado por otro. Algo parecido sucede con muchas películas, cuyo doblaje otorga a sus actores una calidad interpretativa de la que carecen en la versión original. Por eso, si tengo que elegir, escojo autores españoles o hispanoamericanos, y sólo esporádicamente leo traducciones, que, en todo caso, disfruto menos. No me quejo, pues realmente en la literatura escrita en mi lengua ha habido y hay escritores extraordinarios, hasta el punto de que creo que somos una verdadera potencia en ese aspecto, y por lo tanto, tengo a mi disposición calidad y variedad de sobra. A título de ejemplo, el último libro que he leído, “Travesuras de la niña mala”, de Mario Vargas Llosa, al que dedicaré un próximo articulito.

2 comentarios:

Isabel Burriel dijo...

Soy de la opinión de que aunque la traducción sea buenisima no es lo mismo que lo escrito en el idioma original. Es eso, una traducción porque la expresión, la sonoridad, la música de las palabras es distinta en cada idioma.

Anónimo dijo...

Sí. Es más evidente en la poesía, en la que, entre otras cosas, las rimas se desbaratan, pero igualmente en la prosa se desvirtúa el original.